martes, 7 de diciembre de 2010

El vikingo nazarí.


Hola amigos, ahora soy moro.
Hoy en día no es la mejor palabra a emplear pero es por culpa de los cuatro energúmenos que le dan ese carácter peyorativo que creéis que tiene.
La palabra moro no es despectiva ni mucho menos. Viene de la época en que parte de la Península era administrada por los musulmanes. Fijaos que no digo árabes, puesto que “árabe” es otro término que designa la procedencia de alguien. Así, moro designa al musulmán procedente del norte de áfrica y se usaba para distinguirlo del musulmán procedente de arabia, o al de oriente medio o tierra santa, al que llamaban sarraceno.
Dicho esto, yo mismo tengo que corregirme y decir, “hola amigos, ahora soy andalusí”.
Como ya comenté en pasadas entradas, mi amigo Señor B ha logrado que Ediciones B le publique su primer libro “El Esclavo de la Al-Hamra” y el pasado día 19 de Noviembre hizo su presentación en una conocida librería de Granada capital.

 Para ambientar la cosa, y gracias a la ayuda de los Battlehonours, asistimos caracterizados de soldados nazaríes del siglo XIV. He aquí algunas fotos.

(Sí, el bolso es el típico de marroquinería con cremalleras y todo, y sí, es de mi mujer, pero da un pego que te cagas). Si ya nos ponemos así, lo dejas, y no sigas leyendo.

Ah, listillo, y la lanza tambien sale representada en tapices de la época a pesar de tener orígenes celtas. (Además de ser la única que tengo).

He estado tentado de pixelar las caras del resto de los integrantes dado que no les pedí permiso para publicar estas fotos pero no lo haré, primero porque no lo va a leer ni el Pepo y segundo porque pixelar a estas dos preciosas féminas es pecado.

El grupo de aguerridos guerreros (o pajes de los reyes magos según dijo algún padre graciosillo o inculto a sus hijos).
Pau, Hachi, Rocío, Eva, Señor J, Señor JA y Lucano, alma de la fiesta.

(Juro que no estaba dormido en esta guardia)

 Para mi supuso un gran esfuerzo ya que la cota de malla que me hice resultaba demasiado occidental, vamos, demasiado normanda y es que no se si os habéis fijado, pero hasta entonces en el pecho lucía un rectángulo adicional de malla, el cual era mi personal interpretación a los cuadritos que están representados en el tapiz de Bayeux .

La mayoría los interpretan como la parte del almófar que cubre la boca “descolgada” por no estar atada en base a que no se conservan cotas con dichos rectángulos. Yo, más bruto que nadie, o al menos, más crítico, pienso que es tontería cargar contra el enemigo sin cubrirte, ya que si tienes esa opción, pues nunca se sabe, mejor puesta que desatada. Y como mi propia experiencia me ha enseñado al confeccionarme la malla, casi sin darme cuenta, hice una abertura para la cabeza que cubría totalmente desde los hombros al cuello y claro, para que entrase la cabeza,  dejé una vertical de anillos delante, justo encima del esternón, sin unir para que “abriese” por ahí. Este punto flaco, queda tapado con el cuadrado extra de malla y con él cumplo dos funciones que tienen su lógica, una, cubrir ese solape y segundo, una protección extra para esa parte del pecho que lleva dos capas de cota de malla. La gente suele hacerse cotas con la abertura a la espalda, y luego la anudan para cerrar la vertical dejada. Que también es lógico y concuerda con los hallazgos.


Al grano. Decidí quitarle ese rectángulo y claro, tuve que remodelar toda la parte del cuello para que me entrase la chola. Como soy as del reciclaje, (más que nada que no había comprado alambre y me sobraban, no se… trescientos anillos del rectángulo y las anillas que tuve que quitar para abrir el cuello), reubiqué el sobrante de material en las mangas que aún están sin terminar pero que han ganado un par de centímetros de longitud.
Con ayuda de un traductor de árabe, cosí unas cintas a las mangas del gambesón con las siguientes inscripciones. Para el brazo derecho, el de la lanza: “Dale fuerzas a este brazo para acabar con mis enemigos”. Para el brazo izquierdo, el de la adarga: “Dale fuerzas a este brazo para defender Garnata”.
Tendríais que haberme visto haciendo la caligrafía árabe como si fuera el libro del “micho”. Primero usando de plantilla lo que (en letra tamaño 52) salía en la pantalla del ordenador y luego repitiéndolo en un folio por lo menos 5 veces, antes de atreverme a escribirlo (con rotulador de marcar cajas, de esos de punta cuadrada, muy medieval) sobre la tela.

Creo que quedó aceptable, pero la próxima vez que haga de musulmán, procuraré hacerlo en una cinta de mayor anchura que al final quedó muy fina.
Esto fue lo más laborioso, el resto, unas babuchas de las tiendas de la alcaicería, unos pantalones bombachos y una pashmina de idéntica procedencia, jirones de una sábana vieja para las polainas, faja y turbante… y tachán, por unos 30 leuros, pasé de ser un hombre del norte a ser un guerrero nazarí.
Y otro gran descubrimiento, ¿recordáis que siempre he dicho que me faltaba el calzado para completar mi indumentaria?. Pues si despegáis el talón de las babuchas y os las calzáis como un zapato normal, voila, ya tengo calzado occidental  (con un poco de pico). ¡¡Por 12 leuro!! y no esas preciosas botas de por ahí, pero que te cuestan mínimo 60.
Ah, claro y para los que os lo estéis preguntando… no voy a comisión, lo juro.